EEUU: el silencio de Biden aventaja los gritos de Trump

  • COMO SE PREPARA EN MEDIO DE LA PANDEMIA LA ADMINISTRACION DE TRUMP PARA HACERLE FRENTE A LAS ELECCIONES

  • 24 de agosto de 2020
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  • Luis Domenianni

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INTRODUCCIÓN
El 30 de junio de 2020, Joe Biden (77 años), el candidato a la presidencia del opositor Partido Demócrata, fue explícito: no hará campaña electoral para los comicios de noviembre. Al menos, no hará campaña electoral presencial como es tradicional en los Estados Unidos.

Motivo público: la distanciación social para evitar el coronavirus. Motivo obvio: la diferenciación con el presidente Trump (74 años). Motivo no expuesto: el realismo político que determina que no es el candidato Biden quién debe ganar la elección, sino el presidente Trump quién debe perderla.

De momento, las cosas no pueden ir mejor para el tranquilo y pausado ex vicepresidente durante los dos mandatos del presidente Barack Obama (58 años). Las encuestas, todas, lo dan ganador, por márgenes que oscilan entre los 9 y los 15 puntos.

Cierto es que la elección presidencial norteamericana es indirecta. Por tanto, es posible –ocurrió con el presidente Trump- que quien alcance mayor numero de sufragios a nivel nacional alcontabilizarse los electores que obtuvo, ya que el numero de estos últimos varia según las dimensiones de cada estado.

Esos “grandes electores”, conocidos como compromisarios establecen diferencias, que no necesariamente reflejan los caudales electorales. Ejemplo: en la última elección, el presidente Trump venció en Florida a Hillary Clinton por 14 a 13 compromisarios. Pero a la señora Clinton le resultó suficiente contabilizar a favor el único compromisario del pequeño Estado de Delaware –casualmente, su senador fue Biden-, para empatar el gran caudal electoral de Florida.

En 2016, Hillary Clinton obtuvo 65,8 millones de votos contra casi 63 millones del presidente Trump. En porcentaje, el resultado fue 48,17% para Hillary vs. 46,15% para el actual presidente.

Pero, el recuento de compromisarios dio vuelta la elección, el presidente obtuvo 304 contra 227 de la ex secretaria de Estado. O sea 51,2% a 34,2%.

Con la actualidad, las coincidencias no son muchas. En aquel momento, la suma de sufragios arrojaba una diferencia negativa para el actual mandatario de dos puntos porcentuales. Y ahora hablamos de entre 9 y 15. Bastante más. Por supuesto, la última palabra nunca está dicha, hasta el cierre de los comicios.

ESTADO DE SITUACION
A finales del año pasado y hasta principios del entrante nadie hubiese apostado seriamente a una derrota electoral del presidente Trump.

Pruebas al canto: mientras del lado Republicano, el candidato Trump fue casi único en las cortísimas primarias de dicho partido, del lado Demócrata los postulantes iniciales fueron 29, 18 se retiraron antes de las primarias, 10 lo hicieron durante la justa que finalmente quedó en manos de Joe Biden.

¿Qué ocurrió? Muchas cosas pero si corresponde elegir un desencadenante, el mérito se lo lleva el covid-19.

Seguramente, la influencia “sanitaria” de la pandemia no puede ser desdeñada. Las contradicciones del gobierno y los ya rutinarios desplantes y descalificaciones del presidente cansaron a más de un votante independiente.

Tampoco se puede dejar de observar que, por lejos, Estados Unidos es el país con mayor número de contagios y mayor número de fallecidos. También el de mayor número de curados. Pero, a la fecha, si la comparación es entre muertos x millón de habitantes, Estados Unidos con 434 queda octavo en el fatídico ranking, por detrás de Bélgica –el de mayor mortandad- con 858 fallecidos, seguido por Gran Bretaña, España, Italia, Suecia, Chile y Francia.

Tal vez, la responsabilidad del covid-19 no deba buscarse tanto en lo sanitario en relación con los malos augurios para la reelección presidencial. Sino en la economía.

El probable éxito presidencial, hasta comienzos del 2020, se debía centralmente al vigor que evidenciaba la producción norteamericana. Posiblemente, un vigor limitado en el tiempo como generalmente ocurre cuando el mercado sufre alteraciones de origen político. Pero, vigor al fin.

Como sea, lo cierto es que los votantes originales del presidente dejaban traslucir tranquilidad, no exenta de orgullo respecto del resultado electoral de noviembre 2020.

Desde la vereda de enfrente, los demócratas, casi resignados, buscaban un candidato capaz de hacer solo un buen papel y posicionarse para el futuro. Sus votantes tradicionales evidenciaban hasta cierta resignación.

Y los independientes, los que deciden la elección, apostaban por un segundo mandato. Cuando mucho, aquellos a quienes sublevan las bravatas presidencial, optarían por no votar en un país sin sufragio obligatorio.

La violenta irrupción del covid-19 precipitó, como era inevitable, un parón económico, una caída de la actividad y un incremento sustancial del desempleo. 

Nadie habló más de inversión, ni de producción, ni de productividad. Las bolsas de valores donde centran sus ahorros gran parte de los norteamericanos cayeron y quedaron en letargo.

De allí, el gran interés del presidente por limitar cualquier medida que conspirara contra la continuidad productiva. Es que el covid-19 diluía el capital electoral acumulado como consecuencia de un estado de angustia económica en las empresas y en los particulares.

El propio presidente sabe que aún son mayoría los norteamericanos que no quieren confinamientos, ni nada que se le parezca. Son quienes no quieren perder sus empleos, ni cerrar sus comercios, ni sus industrias.

Es por ello que apuesta a un discurso productivista, muestre optimismo, se exhiba sin máscara y contradiga a los expertos sanitaristas que lo rodean. Algunos números comienzan a darle la razón. Ocurre que la recuperación económica muestra signos positivos a una velocidad inesperada.

En abril 2020, la tasa de desempleo –después de cerrar en menos del 5% el año anterior- superaba los 14,7% puntos de la población activa. En junio 2020,  quedó reducida al 11%.

En mayo 2020, fueron creados 2,5 millones de empleos. En junio, 4,8 millones de puestos de trabajo mas. Aún restan por recuperar 15 millones de empleos para alcanzar los guarismos excepcionales de febrero pasado, cuando fue verificado el porcentaje más bajo de desocupación desde finales de la década de 1960.

¿Alcanzará para dar vuelta las encuestas? Nadie lo puede predecir. En todo caso, es el arma que le queda al presidente.. Puede ser la economía, si la recuperación continúa al ritmo de los dos últimos meses. 

Seguramente, no será necesario reducir el desempleo a los niveles de febrero, pero sí alcanzar una tasa inferior al 8%. Y no es sencillo, porque siempre las recuperaciones comienzan con una velocidad que, generalmente, se diluye a media que la demanda tarda, inevitablemente, en recuperarse.

Por las dudas, a mediados de julio, el presidente cambió su director de campaña. Algo que jamás se hace cuando se va en punta.

OTROS TEMAS
A todo esto, Joe Biden es el candidato mudo. Con conciencia sobre su talón de Aquiles, es decir la eventual recuperación económica que no puede criticar, opta por el silencio ante los ataques que lanza a diestra y siniestra el presidente Trump.

Y es que Biden debe permanecer como el candidato del centro moderado. Cuenta con la comodidad del extremismo del primer mandatario pero no debe caer en la tentación de mostrarse demasiado pegado al extremismo contrario.

Es así que no aplaude, ni alienta, las manifestaciones anti policiales, las zonas liberadas, el destornillamiento ilegal de estatuas, ni el replanteo del racismo a la manera del “Black Lives Matter”.

Biden sabe que a los “radicales” solo le quedan dos opciones: votar por él o no votar. También sabe que nunca los radicales son mayoría, que la mayoría siempre suele estar cómoda dentro de las opciones moderadas e intermedias. Y no ignora que la preminencia radical asusta, espanta y desbanda a esa mayoría.

De momento no puede quejarse. Mucho menos cambiar su director de campaña. Las cosas van bien. El silencio es salud.

Del otro lado, siempre frente a los radicales, el presidente adopta actitudes cada vez más confrontadas. Puede ser un cálculo para buscar un acercamiento con el electorado moderado.

Pero, lo hace bajo formas agresivas, conflictivas y hasta insultantes. Es un terreno de campaña sucia al que suele, por lo general, ingresar con mayor velocidad quien tiene que dar vuelta las preferencias.

Seguramente, las bases de Trump reciben con beneplácito cada uno de sus ex abruptos. Pero, por lo general, satisfacer en demasía a los propios implica alejar los ajenos, o mejor dicho, los independientes.

Seguramente, algo de eso le ocurrió en Tulsa, Oklahoma. Fue el primer acto de su campaña presidencial y, por ahora, el único. ¿Qué ocurrió? Sencillamente, que la gente no fue. Al menos, no en número deseable.

¿No fue por el coronavirus? Seguro. ¿Pero no son los mismos que apoyan al presidente porque prioriza la economía? Seguro. ¿No es contradictorio? Seguro. No importa. Lo cierto es que salió mal. Claro, rodó la cabeza del director. Aun así, lo concreto es que el presidente no atrajo. Muy mala señal.

LOS DE AFUERA...
Los de afuera parecen quedar limitados a China. No es que todo haya cambiado con los demás pero China ocupa casi todo el escenario.

De los demás se habla, pero no mucho. De Venezuela, de Irán, muy recientemente de Siria y su pseudo elección legislativa, de Israel a la que se le frenaron los ánimos en materia de aplicación unilateral del Plan de Paz elaborado por el yerno del presidente.

De Corea del Norte y de Cuba, silencio de radio. De Rusia, mejor no hablar dado que no está resuelto el espionaje sobre la campaña de Hillary Clinton. Mucho menos de Ucrania y los favores que el presidente solicitó a su colega Volodimir Zelenski para que espíe a… Biden

Poco de Europa y las controversias sobre comercio e impuestos. Particularmente el tema de la tributación de los GAFA –Google, Amazon, Facebook, Apple- a los que el residente francés Emmanuel Macron pretende cobrarles impuestos, algo que el presidente Trump no acepta y amenaza con aplicar tasas a productos franceses, entre ellos el champagne.

La casi totalidad de la atención va dirigida a China. Es el adversario. ¿El enemigo? Todo indica que una nueva guerra fría se instala en el mundo entre los gigantes asiático y americano.

No existe contencioso en el que la administración norteamericana no milite frente a China.

Se trate de la Ley de Seguridad china contra el movimiento democrático en Hongkong; se trate de la agresiva y amenazante presencia de navíos de guerra chinos en el Mar de China Meridional; se trate de la situación de Taiwan. 

Se trate de las violaciones chinas de los Derechos Humanos de las minorías, en particular la uigur, en el occidental Turkestán chino, la región “autónoma” de Sinkiang; se trate del impedimento a los turistas occidentales para visitar el Tibet, también región “autónoma” china.

Se trate de la guerra contra Huawei en materia de la red 5G; se trate del dumping comercial, del no pago de patentes o del espionaje industrial. Se trate, finalmente, del coronavirus y su origen no dilucidado, al que el presidente y sus colaboradores bautizaron como “virus chino” o “virus de Wuhan”. 

Se trate de lo que se trate siempre la administración Trump no pierde oportunidad de acelerar y proclamar al presidente como campeón frente al “bando de los malos” cuyo jefe es el presidente chino Xi Jinping (67 años).

Desde la visita oficial y majestuosa a la India, país enfrentado con la China del Partido Comunista desde la independencia en 1948, hasta la expulsión de los diplomáticos y el cierre del consulado en Houston, Texas, bajo acusaciones de espionaje, el presidente no pierde ocasión de mostrarse firme y duro.

¿Sirve electoralmente? Probablemente, sí. Las encuestas dicen que los norteamericanos consideran a China –otrora su país preferido hasta 1949 a la llegada del comunismo- como un país fuera de la ley, que les roba empleos, tecnología y conocimientos.

En síntesis, el nivel de recuperación económica, la firmeza frente a China y la rienda corta ante los radicales parecen ser las armas del presidente Trump para lograr su reelección. El coronavirus y el silencio, las de su rival, Joe Biden. 



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